Un buen enemigo
Escrito por Jhoan Camargo , 30 de Abril de 2019. Guardado en Opinión

En días pasados, haciendo un recorrido por los periodistas de «alto vuelo» que despachan desde la capital, hablaba con algunos amigos de la calidad de los periodistas en Colombia, aquellos que tienen fácil acceso a mandatarios, empresarios y celebridades por igual, el panorama era desolador. Desde nuestro desconocimiento del oficio, íbamos mencionando nombres y rápidamente descalificábamos el quehacer de muchos de ellos por diferentes razones. La parcialidad, la chabacanería, el amarillismo, la falta de formación…
Realmente fueron pocos, ya por trayectoria, ya porque se hayan hecho a pulso, los que, a nuestro criterio de oyentes y lectores de provincia, representaban los verdaderos estandartes del periodismo de marras.
Quién es entonces un buen periodista, nos preguntamos. Obviamente dijimos nombres, señalamos algunos, hablamos mal de todos, rescatamos cosas, pero lo valioso de todo eso fue que esgrimimos algunas cualidades o características del buen periodista. Debe ser una persona que, sobre todo, lea, que consuma información de todo tipo: cine, literatura, redes sociales, música (anfibio cultural, diría Mockus)... Sin importar cuál sea el tipo de periodismo que haga, un periodista debe ser ilustrado, porque de ahí depende el acervo con que comunique lo que sea que tiene para decir. Además, eso le da las cualidades del buen conversador, el que está en capacidad de sostener una charla, pero además hacerla amena, llevadera, continua.
Es lamentable escuchar radio y darse cuenta de que muchos periodistas solo dicen tonterías, hablan más que el entrevistado, dicen verdades de Perogrullo o tienen un léxico pobrísimo, provocando que uno se cuestione por el contenido de los currículos de comunicación social en las universidades de acá. Llega uno a pensar que están más preocupados por cómo aparecer en pantalla que por saber qué preguntar, y claro, el consabido estribillo de ¡Arriba rating!
Dejando esas observaciones a un lado, pensaba yo que el periodista debe constituirse como un buen enemigo; esto es, alguien que obligatoriamente tenga la facilidad de ubicarse en las antípodas ideológicas en la que se encuentre su entrevistado, pero que esto no signifique hacer preguntas rastreras, parcializar las verdades o imponer en su tono la bellaquería y el irrespeto; todo lo contrario, aun siendo implacable con las preguntas que esgrima, debe prevalecer la cordialidad y que su imagen sea sinónimo de objetividad, tarea nada fácil para un contexto en que es fácil descubrir la tendencia política de los medios.
Pero estas observaciones no solo son para el periodista político o investigativo, incluso aquellos que se dedican a actividades menos nobles como la farándula, deberían prescindir de la chabacanería y abordar la vida de los famosos con otro cariz. Escucharlos hablar con frases plagadas de mas sin embargos y en tono confianzudo es, cuanto menos, bochornoso.
Quizá esté hablando por mí el nostálgico que no ha asimilado que atrás quedaron Judith sarmiento, Gloria Valencia de Castaño y Bernardo Hoyos, pero me resisto a olvidar mi deseo de encontrar en el periodismo colombiano, al menos uno, entre tanta mácula y escoria, un buen enemigo que sepa preguntar.
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