Sentirse seguro en el entorno familiar es uno de los derechos que todo integrante de su propio hogar debería poder poseer. Sin embargo, aun teniendo este aspecto como evidente, son muchos los casos de maltrato y violencia intrafamiliar en Colombia, donde incluso, sólo durante el 2022 se reveló un aumento del 22.9% en estos hechos, en comparación con el 2021, según datos de Medicina Legal.
Estos números en aumento no solo deberían ser preocupantes sino un llamado a revisar el origen de estos hechos y sobre todo a encontrar una solución para que empiecen a disminuir. Pues las consecuencias de sufrir de esta situación son significativas tanto para los agresores, que continúan con el patrón de violencia con los diferentes miembros de su familia, hasta las víctimas quienes pueden llegar a desarrollar depresión, ansiedad, además de dificultades en el desarrollo de relaciones sanas y en su capacidad para confiar en los demás.
Esto, en contraste, con cuando se puede disfrutar de un hogar seguro que sea un refugio y escape “de la realidad” y el respeto y la comunicación prevalecen por encima de lo demás, son el tipo de estructuras familiares sanas y con valores que se deben preservar para que pueda haber un libre desarrollo personal sin “distractores” de violencia física, verbal y psicológica.
Pues un hogar seguro no solo les brinda a sus integrantes la confianza necesaria para enfrentar los desafíos de la vida y fomenta un sentido de pertenencia y conexión emocional.
Pues como todos sabemos, el aprendizaje, las vivencias y el trato que hay en un entorno familiar seguro proporciona estabilidad emocional y un espacio donde se puede cultivar el crecimiento personal.
Es imperativo el promover la conciencia y la acción para prevenir esta problemática, y que los hogares de los colombianos puedan servir de ejemplo para que se pueda seguir impactando de forma positiva en la sociedad en general. Pues como muchas veces se ha dicho: “todo empieza desde casa” y son muchas las ocasiones en que los niños que crecen en hogares violentos suelen continuar con estos patrones de comportamiento, perpetuando así el ciclo de violencia. Al detener el maltrato desde su raíz, se rompe este ciclo y se contribuye a la construcción de una sociedad más pacífica y equitativa.