En mi rol como mujer candidata a cargos de elección popular, siempre supe que uno de los principales retos que tendría que superar sería la descalificación y la invisibilidad. No estuve equivocada. Días después de haber culminado la campaña a la Gobernación de Risaralda en el 2019, cuyos resultados fueron muy positivos, se organizó una rueda de prensa entre los diferentes candidatos alternativos en esas elecciones. Participó el diputado Daniel Silva, el ex candidato a la alcaldía de Pereira para la época, Alejandro García, el secretario General del Partido Verde y el coordinador de Compromiso Ciudadano Iván Yandi. Un periodista preguntó: ¿Dónde está la candidata a la Gobernación? Si, no fui invitada por ellos.
Este es tan solo un ejemplo pequeño sobre cómo se invisibiliza a las mujeres en política. No nombrar, no reconocer, descalificar, ahondar en los defectos. Meses después vino el silenciamiento en redes sociales de quienes en el pasado fueron activos y aliados. Era evidente que me habían cancelado. La experiencia vivida como candidata en el que evitaban nombrarme, pasó a las redes sociales ¿Por qué? Los políticos independientes dependemos en gran medida de la presencia en redes sociales y la difusión orgánica. La visibilidad digital es importante.
No tenía el significado en ese momento, hasta que encontré en el artículo académico “Cancel Culture and ideological purging” que “la Cultura de la cancelación” es una tendencia en el mundo digital donde se silencian las voces que difieren de las normas o que buscan remover o borrar las manifestaciones políticas o liderazgos que en un pasado eran aceptados. Se comenzó cancelando a músicos, deportistas, actores etc, ya sea por temas negativos como violencia machista, maltrato hacia los animales o por declaraciones públicas contrarias a un sector social o político. Lo vimos en la campaña presidencial con el ejemplo del ciclista Egan Bernal.
Si bien la cultura de la cancelación adquirió popularidad al conocerse los casos de celebridades este fenómeno no se remite únicamente a las alfombras rojas y la política tampoco es ajena al mismo. De acuerdo con el autor Velazco, se considera una táctica de “eliminar” a alguien del discurso público, ya sea “linchándola” públicamente, eliminándola de una plataforma (digital), bloqueándola o demandando que sean expulsada de ciertos ámbitos o espacios. La cultura de la cancelación es también una estrategia de consultoría política para debilitar contrincantes.
¿Por qué lo hacemos? ¿A quiénes cancelamos? En el ámbito político, cancelar a alguien es una jugada por el poder en disputa que puede ser arrebatado de instituciones, autoridades formales, o simplemente de la opinión popular. De acuerdo con el autor Browish, es un “boicot” a quienes sostienen posturas opuestas a la norma imperante en determinadas comunidades y yo agregaría a quienes pueden ser futuros contrincantes.
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